La película District 9 es un film construido como una gran metáfora sobre los grandes problemas globales actuales. Una vez más un género como la ciencia-ficción resulta ser más inteligente que el cine convencional.
Qué extraño que una película que no recrea un mundo real diga mucho más sobre la realidad del mundo en que vivimos. Sin quererlo un entretenimiento nos refriega en la cara la complejidad del mundo en que vivimos.
Durante el transcurso de la historia se puede distinguir fácilmente las imágenes de la globalización: mercenarios, racismo, exclusión y dominación corporativa pueblan esta distopía fácilmente reconocible.
Si bien es cierto District 9 trata sobre un grupo de extraterrestres que aterriza en la tierra y específicamente en los barrios míseros de Johanesburgo, ya da una idea de un nuevo tipo de Apartheid.
La metáfora es evidente: un grupo de alienígenas se convierten en refugiados y al poco tiempo pasan de ser los protegidos a convertirse en los rechazados de la sociedad. La primera asociación que viene a la mente es la suerte de millones de palestinos apiñados en campos de refugiados en Gaza o los nuevos centros de detención en Europa, que se están convirtiendo en los depósitos de los indeseables migrantes africanos.
Otro detalle interesante es el choque cultural y la falta de entendimiento entre humanos y alienígenas, casi parece narrar las dificultades que atraviesan las sociedades multiculturales donde el entendimiento del “otro” es cada vez más difícil.
Las denominadas “langostas” del film parecen representar a los millones de turcos, nigerianos, marroquíes y latinoamericanos que pueblan las metrópolis del hemisferio norte, que inicialmente fueron recibidos con agrado para luego pasar a ser un “problema”.